En su pesadilla es mayo de 1994 en Kigali.
Grégoire lleva tres semanas escondido: hace algunos días los vecinos entraron a su casa delirantes, armados de machetes, la ropa ensangrentada. Entre carcajadas violaron y asesinaron a sus hijas. Él vio todo desde un arbusto, pero no pudo moverse. Los años han pasado y el sueño se repite cada noche. Cada hombre lleva consigo la pala para cavar su propia fosa.
En tu pesadilla caminas lentamente debajo de un paraguas de huesos humanos.
Junto a ti se arrastra un hombre que no alcanza a serlo. En la cabeza lleva un trapo viejo con agujeros por los que se asoman pedazos de carne chamuscada. Detrás, una turba de hombres enmascarados, todos de la misma estatura, cantan un himno en un idioma que sólo el diablo reconoce.
En mis pesadillas siempre son las cuatro de la tarde.
Siempre hay una cama de hospital.
En ella siempre está acostada mi madre. En mi pesadilla se llama Patricia, su nombre es una almendra que se rompe entre mis dientes. Mi madre todavía es mi madre, pero está a punto de dejar de serlo.
Hay sólo una manera de reír y la he olvidado.