Grandma Miller me presentó
a su white friend en la iglesia.
La saludé de beso
y quedaron todas paralizadas:
así quemé el fondo rojo de mis pecas.
A unos años de mis quince
mi novio español corrigió
algo en las estructuras que no va;
planchó mi acento entre las sábanas
—pesares de mujer
que él plegaba y guardaba
como confeti de niña.
El feminismo es un capricho
para mi voz silenciada
de radical a analista
de antorcha a herrada
de sobresaliente a llenacuotas
de hombre a mujer.
La vez que más white fui
tenía veinticinco años
y me aproveché de tu adolescencia barrio,
de tu crianza tradicional
que no te dejaría decir que no.
Esa vez me vi dentro de ti.
La vez que menos white fui
un white man le cambió el nombre
a mi trabajo
y luego no me invitó a la fiesta.
En España a los veintidós
mi maestra llamó a Latinoamérica
un insulto al lenguaje
ante diez mujeres y una institución.
Ya el sol se encargaría de secarme
—dijeron.
Una vez que no fui white y no me había dado cuenta
tenía diecinueve en Nueva York
y Rebecca Stein dijo que aquellas calles en español
desorientaban a mi poema.
Like is this Arizona or Mexico
because the way you’ve situated the text
is confusing
—para una white woman.
La vez que más blanca me sentí
fue cuando a los dieciocho leí que razonar
requiere un idioma estándar
y estuve de acuerdo.
La vez que menos white me sentí
fue cuando váyanse a la verga.
La vez que menos blanca me sentí
fue cuando a la gente sólo le importas
si la cámara no te capta en negativo,
si es que te alcanza para una cámara
además del coche a mensualidades
y el veranito en San Diego.
La vez que menos white fui,
hablé al seguro médico
sólo para residentes.
Me contestaron el teléfono con un
Who’s speaking?
y dije María Fernández.
La vez que menos white me sentí
me estaba tomando un skinny iced latte en Polanco
y mis amigas dijeron que los chicanos
no eran mexas de verdad.
La vez que más blanca me sentí
fue cuando dije que la neta
sí era cierto.